lunes, 1 de agosto de 2011

La Academia contra El Conocimiento (No. 2)

Un mar multicolor de cabezas frente a la Gioconda contempla silenciosamente y con unción casi religiosa una Obra que, poco notable en cuanto a dimensiones físicas, es el arquetipo clásico del genio pictórico y ejerce un atractivo hipnótico en los cerca de 30.000 visitantes diarios que llegan ante el cristal de seguridad que la guarda en el ala Denon del palacio de Louvre. Entre los años 1911 y 1914, sustraída por el carpintero Perugia a instancias de Valfierno, un estafador argentino, los visitantes del museo acudían a rendir su homenaje frente al vacío que dejó en la pared. Picasso y Apollinaire fueron detenidos durante la investigación del robo y luego liberados. En la Segunda Guerra mundial permaneció oculta cerca de Tours, en el castillo de Amboise, sobre la colina que domina el Loira, donde Francisco I desde 1515 protegió al pintor y hoy la capilla de Saint-Hubert cobija su tumba. Doscientos metros debajo, unas cuevas formadas en el neolítico, aisladas y en silencio, hacen madurar la sabiduría del vino en una cava accesible desde la autopista junto al río.

Ya ante el cuadro, es imposible separar la mirada del sfumato -presente también en el misterioso Juan Baustista- con el cual Leonardo se liberó de la línea, generando imágenes que se funden con la atmósfera. Junto a Da Vinci, el genio científico y artístico italiano se expresó también en los florentinos Miguel Ángel, Rafael y Correggio, todos ellos maestros de la forma, que dominaron con la perspectiva, el claroscuro y la composición basada en el Número de Oro, estudiado por el matemático franciscano Luca Pacioli (1445-1517) a partir del pensamiento de Platón y Pitágoras, inclinándose sobre la fórmula de la perfección:
con la cual los griegos esculpieron a Venus, construyeron el Partenón y Praxíteles -cuyo linaje se remonta a Fidias, escultor de Júpiter Olímpico- modeló su Hermes con Dionisio niño, descubierto en 1877 en el Peloponeso junto al templo de Hera en la antigua Olimpia, en la misma zona donde Pausanías (115-180 d.C.) lo situaba, en el Libro V de sus Descripciones de Grecia.

En la misma sala, mirando en dirección opuesta, se encuentra un cuadro enorme de Tiziano, Miembro de la Academia Platónica de los Medici, quien con Tintoreto y Veronés hace la tríada veneciana responsable de la explosión de color cultivada en la puerta de Europa hacia Oriente.


Su Amor Profano y Amor Sagrado se conserva junto a obras de Caravaggio y Bernini, en la Galería de la villa romana Borghese, sobre la Plaza de España. Muestra dos mujeres flanqueando una fuente en la cual un pequeño Putti introduce su mano. La de la izquierda, con joyas y ricamente vestida, coronada de mirto, tiene como fondo un paisaje dominado por una torre militar; su brazo izquierdo reposa sobre un cofre y señala con el índice una rosa marchita, expresando la fragilidad humana frente al tiempo. A la derecha, el maestro pintó entre tonalidades azules que iluminan la aguja de una iglesia junto a un idílico pueblo del Véneto, una bella joven desnuda rodeada por un manto rojo movido por el viento. Corresponde al ideal platónico del amor sagrado, impersonal y eterno; levanta en su mano izquierda la flama de la sabiduría. Su cuerpo resplandeciente sintetiza las claves para la Tercera Obra del Gran Arte: el Rubedo alquímico que, purificándolos, transmuta en oro a todos los metales.

El Tema tiene antecedentes clásicos: la mujer “triunfante en su belleza”, siempre desnuda, sobrecoge a sus espectadores entre una red de rayos láser que vigilan la escultura encontrada por Yorgos en 1820, en la isla egea de Milo. Reclamada por Turquía, el ministro A. Malraux se negó a devolverla y la puso al cuidado de todos los franceses en El Louvre. Se contrapone a una copia de Venus de la época de los Médici que, ataviada, conserva su instinto maternal en virginidad...

Gerard Encausse, médico y mago francés del siglo XIX, siguiendo a Oswald Wirth, encontraba la misma idea expresada en el Arcano Sexto o Los dos caminos del Amor, lámina que debemos a la imaginería medieval de los “bohemios” que en tiempo inmemorial salieron del Punjab hindú, hablando el romaní, una lengua del tronco indoeuropeo emparentada con el cingalés de Sri Lanka. Cruzaron frente al Caspio; conocidos como zíngaros en la antigua Frigia, migraron por el Sur de Europa bordeando el Mediterráneo; expulsados de muchas naciones, incluso hoy su patria es el nomadismo y su religión, la libertad, cantada por su poeta Vittorio Mayer Pasquale. Se reunieron en Francia con la corriente paralela de sus hermanos convertidos en “nobles egiptianos” al atravesar los desiertos del Norte de África, pasando por Alejandría cuando las sectas del naciente cristianismo destruían el sacerdocio de Serapis.


Al centro de la sexta imagen del Tarot de los Bohemios un hombre duda al ofrecer su amor -representado por Cupido en la parte superior del emblema- entre la Venus terrestre, a su izquierda, emblema de la doxa griega, la “opinión” o conocimiento humano, y la Venus urania o celeste, a la derecha,  que simboliza al nous: la percepción directa de los principios, según Aristóteles; el conocimiento divino para Anaxímenes, Zenón o Empédocles y la Divinidad en sí misma dentro del Corpus Hermeticum egipcio.


Goya concibió igualmente su Maja vestida (1802), honrando al amor conyugal. Su modelo fue la Decimotercera Duquesa de Alba, opuesta a “La gitana”, como se denominaba en tiempos del pintor (1800) a la Maja…desnuda “para el placer del maestro”, cuya luminosidad fue considerada obscena por la Inquisición que enjuició a Goya y escondió la bella obra en la Real Academia de San Fernando, hasta 1901 cuando al fin, adquiridas por el Prado, las dos obras fueron expuestas a la contemplación de todos, dejando al espectador en medio.

Desde cierto punto de vista y de un modo análogo a estos temas, pueden oponerse Las Bodas de Fígaro, compuesta por Mozart usando la lengua italiana, a la Tetralogía alemana construida por Wagner a lo largo de 26 años, como poema épico basado en El Cantar de los Nibelungos y en las Sagas islandesas.

Así, el Arte siempre anticipó en sus imágenes, permanentes por habitar fuera del tiempo, el estado mental del hombre contemporáneo, por ahora obligado a amar con dos amores distintos la verdad racional de la ciencia, y la verdad “estética” de la poesía, como concluyó al final de sus investigaciones sobre el “espacio” de la imaginación poética, el filósofo G. Bachelard (1884-1962) que nos volvió conscientes de este “corte epistemológico”, presente como un hiato insalvable hacia el final de una búsqueda intelectual que tomó esta dirección con Aristóteles.

Estos dos conjuntos de imágenes son siempre dos momentos del conocimiento y corresponden a dos hermenéuticas (Durand, Mitodología) aplicadas al estudio de los símbolos: las “reduccionistas" que desde el Psicoanálisis -incluyendo a Freud, Jung o Campbell- y la Lingüística, por ejemplo, convierten su polisemia en aplicación psicológica o mero signo, y las hermenéuticas que “instauran” sentido, como en las investigaciones de Lupasco o Morin.

Son dos maneras de contemplar el mundo, dos modos de lectura de la realidad que en las operaciones de la conciencia –los skandas del Budismo- recurren al análisis discursivo y a la síntesis intuitiva, reproduciendo en nuestra vida mental la dualidad universal. Aunque por ahora prevalece una de ellas, sólo juntas nos permiten acceder al Conocimiento.
 
Entre los chinos fueron Yinn y Yang originarios, vistos por Fo Hi (3.300 a.C.) en el dragón-yegua que emergía de la sustancia universal del Río amarillo. Combinándolos en ternarios creó los ocho Kouas, matrices que expresan en imágenes la cualidad original de cuanto existe. Su teofanía es la civilización China y estas “polaridades” presentes en Confucio o Lao Yi, en la Física, la Medicina, el Feng Shui o la vida cotidiana, marcan cada aspecto de su pensamiento.

La Gnosis oculta de los hebreos, recibida del Tetragrama (Iod, He, Vau, He) en las alturas de Sa-na-hel (Sinaí), dio origen a la columna del Rigor, a la izquierda y la de la Clemencia, al lado derecho del Árbol Sephirothico, desplegado en el Zohar, el Libro del Esplendor, compuesto por los kabalistas hebreos en el Sur de España durante el siglo XII, en una clave hermenéutica aplicada a la comprensión simbólica de la Torah. Por su parte, El Tantrismo hindú lo expresó como Ida y Pingala, “ríos” (Sánsc. Nadi) por donde fluye, en el macrocosmos y en los 72.000 nadis del hombre, la energía universal (Prana); el Ki de China, País de la Mitad.

Al otro lado del mundo, en el Coricancha de Cuzco se encuentra el diagrama cosmológico de Juan de Santacruz Pachakuti Yamqui Salcamaygua, que muestra a la derecha la imagen de la Luna (Quilla) presidiendo el conjunto formado por el Lucero de la Tarde; las Nubes con el Granizo y el Invierno; el Jaguar; la laguna y el árbol. A la izquierda y bajo la imagen del Sol (Inti) se encuentran: el Lucero de la Mañana, el Cúmulo de estrellas y el Verano; el Rayo y la Serpiente con su aliento, el Arco iris. La Tierra y “los siete Ojos” por donde mira el dios del tiempo.


También se encuentra una “Vía Media” -camino del misterio- que de abajo hacia arriba muestra tres niveles: la trama del Coricancha, casa y templo donde el metal del sol cubre la piedra, sacraliza el espacio del rito que, al donar sentido, une la vida humana a la vida cósmica.

En un plano intermedio, medium mundi y mundo medium entre el cielo y la tierra, está la pareja Hombre (izquierda)-Mujer(derecha), cada uno al extremo de la Gran X celeste de la Cruz del Sur (Chacana), antiguo cuadrado que ha mutado en rombo, debajo del óvalo de la órbita terrestre. El emblema es coronado por las tres estrellas Alnilam, Alnitak y la brillante Mintaka (al interior del cuadrilátero formado por Betelgeuse, Rigel, Bellatrix y Saiph) que hacen el cinturón-Falo de Orión y desde hace dos milenios, caminan cada día sobre el Ecuador terrestre.

Es Viracocha Pachayachahi, el Saturno andino, maestro de las medidas y los tiempos, quien preside todo el sistema simbólico. Su nombre, desde la lengua Aymara (W. Sullivan, 1996) corresponde al término que designa la “inclinación” del techo de la casa (Bertonio), imagen de la oblicuidad de 23° 27’ de la Eclíptica con respecto al Ecuador celeste, que unida al recorrido del eje de rotación de la Tierra alrededor del polo celeste, genera la precesión equinoccial, que marca los tiempos y da forma al sermo mythico con el que todas las culturas fijan las categorías esenciales de su realidad histórica (Santillana, Von Dechend).

Como en las imágenes anteriores, en el mandala andino encontramos dos vías y un camino medio: en Tiziano es la fuente de cuyo secreto renacerá el héroe que, en Palenque, y tomando la forma de Paqal descendió (683 d.C.) al inframundo, al mismo Amentis egipcio, donde habitan nuestras almas hasta el momento de la Salida a la luz del Día , como enseña su libro del “pasaje” más allá del mundo de los muertos…“Segunda Venida” de todos los héroes solares que, como la primera, se da siempre en la historia. Los misterios del tiempo, como cuarta dimensión de un continuum espacio-temporal, son los que aparecen entre estos dos momentos y son los que guardaba Kronos; hacen la materia de enseñanza de todos los profetas. Se pueden formalizar como T1 y T2, dos puntos en la marcha unidireccional del tiempo, cuyos fenómenos sólo pueden aprehenderse apropiadamente desde la relatividad.

Se trata siempre de Wiracocha, el mismo que en algún momento del año 650 d.C. “desaparece” por el puerto de Manta. Venía en peregrinaje desde la intemporal Tiahuanaco donde sus manos todavía sostienen las dos vías paralelas en el centro de la Puerta consagrada al Sol, que señala en el cielo la posición del Punto Vernal al transitar frente a la constelación de Leo. Volvió a su origen en el Paralelo 0, donde varios ciclos precesionales atrás, de 25920 años cada uno, el centro del mundo fue tocado por Taum-Bez para fundar la civilización del Colibrí. El lugar ya tenía por sagrada la gran Esmeralda, Umiña u Om mani…piedra caída de la frente de Lucifer y piedra que cae del cielo, uno de los significados del dios con cabeza de Jaguar que irradia rayos solares en la tierra roja del altiplano.

En el Kitsato sagrado y actual Quito, dos líneas de agua, como en Cuzco y Tomebamba, dos nadi corriendo paralelos hacia el Este, la quebrada de Ulluguangayacu (Jerusalem, 24 de Mayo) y la de Sanguña (Manosalvas, Tejar) bordeaban la tierra sagrada de los Kitu, mucho antes de que Huayna Cápac, 12mo. Emperador Inca, siguiendo a sus Amautas escogiera su espacio sobre la corriente oculta, deshielo de la Montaña santa que alimentaba la fuente al centro de la cancha a su vez ocupada en el siglo XVI por españoles y franciscanos de Flandes (Ricke, Gocial) que junto al trigo y al arte que trajeron, construyeron su templo donde moraba el Inca Illapa y Amaru, Rayo y Serpiente, paredro del santo de Asís, cuya mística nació entre los Sufíes del Norte de África proclamando, como en el Islam tradicional, la Unidad que hermana todos los fenómenos empíricamente investigados, como forma de reconocer al Uno… ¿Es éste el origen sagrado de la Ciencia con la que tres franciscanos pensaron glorificar a Dios? VerLo en cada cosa, sin sentirlo inalcanzable en su trascendencia pura, animó el cultivo de la ciencia en Bacon, afiló la Navaja empirista de Ockam y permitió el desarrollo de una ciencia similar al Ars Memori de los clásicos, en Raymundo Lullio, sabio universal.

El Arte de la Memoria de Simónides, antigua “ciencia de las correspondencias”, fundamentado en imágenes armadas en el espacio y en el tiempo, unidas por relaciones matemáticas y de significados fue también cultivado por Giordano Bruno y Robert Fludd. Shakespeare’s Globe, el teatro londinense que vio las representaciones del Bardo de Avon era una expresión de esta ciencia, que ya no se cultiva más, pues las actuales academias, varios siglos dedicadas apenas al estudio de las Tesis, convirtieron la Alquimia en química y la Magia en física, mientras la Arqueometría, Ciencia que “medía” (gr. matra) el “Principio” (gr. Arxé) fijando correspondencias entre las estrellas y las letras, las formas y los colores, las notas musicales y los mitos, entre todos los aspectos de la realidad, ha dejado de comprenderse, aunque su estela es visible en los principios filosóficos reales escondidos al interior de lenguas sagradas como el Sánscrito, el Hebreo, el Árabe o el Chino, cuyos libros tomados literalmente han sido el fundamento de los constructos religiosos.

Pero este cambio, que nos lleva a un “medio-saber”, fue iniciado ya en la lectura incompleta de Platón. Por eso es conveniente recordar cuál era en realidad, el programa de instrucción impartido en su Academia, dispuesto por él y llevado adelante por sus directores, con distinta suerte.

Así, escribe Pardo Bazán en la introducción de los Oráculos Caldeos editados por Gredos, cuando Proclo, a quien la historia consideró Diádoco o sucesor de Platón, descubrió –muy joven- su vocación filosófica en Constantinopla (419 d.C.), regresó a Atenas para estudiar en la Academia, fundada ocho siglos atrás. Esta escuela, junto a las de Aristóteles, Epicuro y los Estoicos completaban la formación de los amantes de la sabiduría. Lo recibió Plutarco, su anciano director. Juntos leyeron el diálogo Sobre El Alma, de Aristóteles, y luego el Fedón platónico, mostrando con ello un método (que hacía pasar a los discípulos por una triple instrucción) confirmado por su ayudante Siriano cuando,  tras la muerte de Plutarco,   leyó primeramente en el curso de dos años y con todos los académicos, la obra de Aristóteles. Después dedicaron tres años a los Diálogos de Platón. La formación sólo se completaba con la investigación de la Poesía Órfica y los Oráculos Caldeos.

En esta última fase los miembros de la Academia accedían a una transformación total del conocimiento, que exigía como condición sine qua non la realización de un plano del saber abierto en la investigación del pensamiento platónico a través de claves hermenéuticas que convertían el estudio en Iniciación. En su momento volveremos sobre este término que, usado fácilmente en muchos contextos, tiene un sentido profundo y técnico, ignorado por el pensamiento occidental. No era inusual que algunos académicos buscaran en este nivel la iniciación a los misterios de Eleusis, considerada el más alto privilegio y abierta a griegos y extranjeros.

Se puede argumentar que no existen pruebas de esto. Es cierto. Y no es el hecho de aportarlas lo que hará investigar a alguien en esta dirección. Pero junto a los rastros de pensamiento órfico y mito dionisíaco presentes en Platón por ejemplo, es necesario considerar que el saber llamado ahora “filosofía” tenía entre los griegos matices y calidades que ya no conocemos. La mayor parte de textos legados por los helenos son vistos como discursos y opiniones (doxa) sobre el Ser. Esto no es poco, pero hay mucho más. Es necesario observar que estas obras permiten otras miradas, más allá de las literales que occidente, perdidas las claves de lectura e incapaz de comprender los símbolos, se acostumbró a realizar junto a ingeniosos estudios filológicos que nunca han llegado a percibir la esencia de lo que se transmite, ni siquiera con los neologismos creados por el gran filósofo alemán -Heidegger-  que volvió a preguntarse lo esencial: ¿Qué es el Ser?... En el siglo XX todo se había detenido apenas en la gramática o las etimologías.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este articulo, habla al ser.......gracias

Anónimo dijo...

Hola Víctor: Es bueno que se empiece a difundir un trabajo investigativo de muchos años. Ya era hora.
Dimitri desde Quito tierra del sol recto

Unknown dijo...

Hola Víctor. Leí tu entrada sobre el 2012. Me pareció fantástica. ¿Podemos hablar? Muchas gracias.